lunes, 2 de noviembre de 2015

Hoy

Tengo grandes razones para alabar y servir a mi Dios, y no tiene nada que ver con lo temporal que recibo aunque es una consecuencia de obedecer lo cual lo hace más valioso y espiritual, es por la paz y esperanza de un mundo mejor que me invade, no puedo soltar la cuerda espiritual, no puedo desconcentrarme, en el ejercicio diario de cambiar mi naturaleza, de leer las escrituras, de orar fervientemente y pedir específicamente a mi Dios, hasta llegar a convertirme a ese principio de rectitud que es el amor, siempre me he preguntado porque los profetas llevan su mensaje aun a expensas de su propia vida y es porque a ellos les ocurrió algo que a mi aun no me ocurre, pero anhelo con toda mi alma que me ocurra, es porque entendieron la naturaleza de Dios y al entenderlo empezaron a ver a los hombres de una manera distinta, empezaron a amarlos, percibieron su potencial, sus ojos fueron abiertos y adquirieron una condición celestial, servir a Dios es un honor imprescindible para lograr una condición celestial, quien sirve con todo su corazón llega a amar a quien le sirve y cumple los mandamientos más importantes de amar a Dios sobre todas las cosas y amar a su prójimo como a sí mismo, como las madres a sus hijos. (Alma 13:18) cuando veamos como ellos ven podremos establecer la paz, que no es la ausencia de la guerra sino un estado del alma.